

Paradójicamente, bajo esta voluntad hiperrealista, sus dibujos son cada vez más surrealistas, como si la fidelidad absoluta a la realidad propiciara la emergencia de aspectos escondidos fruto de una percepción que delira.
Finalmente, Escher descubre la partición de la superficie, la relatividad de la perspectiva, la reordenación cúbica del espacio. Casi sin quererlo, el infinito impregna sus obras mediante los movimientos circulares y continuos. El País de las Maravillas acaba transformando toda la realidad.




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